«El acuerdo de paz en Colombia sigue siendo una bandera de esperanza»
Entrevista con Pastor Alape, excombatiente, firmante del acuerdo de paz y líder en el proceso de reincorporación; analiza los desafíos de la implementación del acuerdo de paz y la seguridad de los excombatientes
Han pasado casi nueve años desde la firma del acuerdo de paz en Colombia, pero su implementación sigue siendo un desafío: la violencia afecta a excombatientes y comunidades. Alape ha estado en Barcelona de la mano de la Associació Catalana per la Pau, miembro de la Taula por Colombia.
Entrevista realizada el 11 de febrero de 2025, transcrita y editada con el apoyo de IA
—¿Cómo evalúa la implementación del Acuerdo de Paz hasta ahora?
El acuerdo permitió cambios políticos importantes, como la llegada del presidente Petro al poder, algo impensable sin este proceso. Sin embargo, su implementación ha sido lenta debido a la falta de claridad del gobierno y la burocracia estatal. La reincorporación de excombatientes sigue enfrentando grandes dificultades, especialmente en términos de seguridad y estabilidad económica. A esto se suma la crisis presupuestaria: sectores clave como la Agencia de Reincorporación, la reforma rural y la sustitución de cultivos ilícitos han quedado sin los recursos necesarios para avanzar.
—Se han denunciado ataques contra firmantes de paz, especialmente en el Catatumbo. ¿Qué está fallando?
La falta de respuesta del Estado. El acuerdo establecía mecanismos de protección, pero estos no se han cumplido. Hay una sistematicidad en los asesinatos, y la Fiscalía solo ha identificado a los autores materiales, sin profundizar en quién está detrás de estos crímenes. La violencia contra excombatientes, líderes sociales y defensores de derechos humanos sigue siendo una realidad alarmante.
«El asesinato de excombatientes es un genocidio silencioso»
—Zonas como el Catatumbo o el Magdalena Medio “siguen en conflicto”. ¿Estamos en un nuevo ciclo de guerra?
No es un nuevo ciclo, es una degradación del conflicto. Antes, los grupos armados tenían un proyecto político, pero ahora su principal interés es el control de economías ilegales. Lo que vemos es una lucha por los territorios y los recursos, sin ninguna ética ni límite; lo que agrava la violencia contra las comunidades.
—La política de Paz Total del gobierno parece avanzar lentamente. ¿Funciona el proyecto?
Seguimos apostando por el diálogo como única vía para desmontar los conflictos violentos. La estrategia militar nunca ha resuelto el problema en Colombia. Sin embargo, la Paz Total de Petro careció de una estrategia clara y efectiva desde el inicio. Ahora, con la proximidad de las elecciones, será difícil retomar el camino del diálogo.
—Unos de los organismos creados en el marco del Acuerdo de Paz es la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) que ha sido criticada por su lentitud
Defendemos la JEP porque permite una justicia sin impunidad, pero es cierto que su funcionamiento ha sido lento. Ocho años después del Acuerdo, aún no hay sanciones definitivas. Esto ha sido aprovechado por sectores que se oponen a la paz para afirmar que hay impunidad, lo que aumenta la inseguridad para los excombatientes.
—Desde el exterior, preocupa que se pierda todo el trabajo de reconciliación. ¿Se ha avanzado en ese aspecto?
Sí, hay avances. Muchas víctimas han demostrado una enorme resiliencia y han apostado por la reconciliación. A pesar de los desafíos, el acuerdo de paz sigue siendo una bandera de esperanza para Colombia
— En este sentido ¿Qué rol ha jugado o juega la comunidad internacional en la implementación del acuerdo?
Ha sido fundamental. Sin su apoyo político y financiero, el acuerdo de paz habría colapsado. Naciones Unidas y otros organismos han mantenido la presión sobre el Estado para que cumpla con los compromisos adquiridos.
—Desde Catalunya muchas comunidades colombianas han trabajado por la paz. ¿Cómo se ve este esfuerzo desde Colombia?
El papel del exilio ha sido clave, pero el Estado no ha garantizado sus derechos ni el retorno de quienes así lo desean. Las comunidades en el exterior tendrán que seguir luchando para que sus voces sean escuchadas.